Revuelo de palabras.-

martes, 3 de abril de 2012

Debes ser un camino al centro del mandala

Pacto que habremos hecho al nacer, vos y yo de rencores no probamos nunca.
En el piso, el colchón a rombos me espera ansioso.
Yo te hablo y vos te acordás para siempre lo que digo. No se si soy débil o así está bien.

Te agarro, miro para arriba. A mis ojos nos les alcanza el espacio para entenderlo. Me pasa que llega el momento de lo que se suponía, iba a venir dentro de mucho.
Te toco, me adueño de una arruga o dos.
¿Qué pasa si el amor duele y yo te quiero demasiado? Al final, este espacio que dista entre vos y yo nos une como si fuesemos dos hojas empapadas.
Te cansás, no me lo decís pero me doy cuenta. Es porque las palabras ya no salen de tu boca.
El silencio sopla tan fuerte que hasta los suspiros se vuelan y van a parar, vaya a saber uno porqué, justo al borde de mi boca.
Entonces no puedo evitar convertirme en una fuente que escupe suspiros, pero no te enojes, igual puedo ayudarte a subir la escalera.
Me hablas bajito, entonces se que me estas por confiar algún secreto de tu infancia, alguna aventura perdida en el mar,
o tal vez en la seda que habrás usado una vez para hacer con tus propias manos un manto que me envuelva, que me proteja del frío. Pero la seda es tan fina...
Y sin embargo tu voz es tan dulce que me olvido y me haces un paquete y soy un regalo que entra en la palma de tu mano y es ahí donde quiero que me guardes, que me lleves siempre.
Pero no me tapes toda la luz del sol, que a mi todavía me hace falta, que no estoy seca del todo.
Y como es algo mutuo, nos liberamos justo a tiempo.

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